
Sé que puede ser difícil para los demás entender esto. Sobre todo para quien no fue viviendo la experiencia conmigo, o por quien se vio conmovido por las distancias... o por quien no ha vivido la experiencia. Pero hay cosas que son muy personales.
Ahora creo que mi corazón está dispuesto a volver a acortar distancias, a generar nuevos espacios de diálogo, a brindarse sin rencores y sin necesidad de pedir explicaciones... Sencillamente, desde la paz que lo inunda, recibir y estar dispuesto a ser recibido. Disfrutar del encuentro con los amigos, del trabajo comunitario con los niños y los jóvenes por los que vivo y mi corazón late, la experiencia misionera que siempre me conmovió profundamente...
Definitivamente, no soy una nueva persona. Soy el mismo de siempre, pero consciente de mis errores y tratando de aprender de ellos. Tal vez, tan solo maduré un poco. Y en esto mi hija es fuente de sabiduría.
Gracias a los que me bancaron siempre (mucho o poco, pero que estuvieron en los momentos justos), perdón a los que lastimé, y que Jesús nos reúna a todos en un abrazo lleno de Paz, para que podamos juntos seguir construyendo el Reino.